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Las Filipinianas Alfaguara, 2007 “Y por primera vez en su vida las sintió como un bloque, como la fuerza a la que él también debería aferrarse para superar la soledad que les aplastaba desde que abandonó Alejandría”
Amores intensos, una época de tensiones políticas y sociales y tres mujeres, marcadas por el viaje, que intentan encontrar su propio camino en la familia, la masonería y en la sociedad clasista de mitad del siglo XIX La búsqueda de su propio lugar en un país hermoso y hostil que las cambiará para siempre
Inma Chacón construye con minuciosidad una novela histórica que nos traslada a los olores y sinsabores de una época difícil en la que España se enfrenta a la pérdida de sus colonias
Don Francisco, marqués de Sotoñal, va a ocupar el puesto de organista en la catedral de Manila. Como en sus anteriores viajes, embarca con todos sus muebles, los mismos salones, gabinetes… su hogar en cada destino. Le acompañan sus hijas, pero ésta vez se quedan atrás sus grandes amores. No le siguen ni Lola ni Lucía. Hace ya veintiséis años que había conocido en París a Lola, la pícara Lola. Allí, la joven estrenaba su espectáculo musical con gran éxito. Nada más verla se enamoró. Cada día le enviaba violetas y cada día ella las rechazaba. Hasta que en una representación en Toledo, donde vive Francisco, él la espera a la salida y la besa. Lola ya será siempre la querida, la mantenida de Don Francisco. Sus padres no aceptarían nunca el matrimonio con una cupletista, pero él le pone un piso, la visita a menudo, y vela porque nada le falte. En Toledo, todo el mundo sabe que allí vive la pícara Lola. Ella, por amor, ha renunciado a todos sus sueños y vive esperando las visitas de Don Francisco. No será su mujer ni podrán salir nunca juntos, tendrá que ser discreta y, sobre todo, evitar los encuentros con la madre de Don Francisco. Lola acepta su papel de mantenida, aunque entre ellos hay una fuerte crisis cuando él decide casarse con otra mujer, Lucía. Es entonces cuando Lola se traslada a Madrid. La mujer de Francisco, Lucía Castellanos Soler, de quien se enamora con la misma intensidad que de Lola, es conocida como “la niña de los Indianos”. Nació en Cuba donde su abuelo hizo la fortuna en el negocio de la caña de azúcar. La familia acaba de regresar de la isla a Toledo, con fama de masones. Lucía, a quien todos ven como una niña diferente, ha perdido a su madre y la cuida su niñera, Mani. Aún a pesar de los obstáculos familiares, Francisco y Lucía se casan. Francisco descubrirá que su padre es también masón y se unirá a él. Son tiempos revueltos en la política española, con cambios constantes e irrupción de nuevas ideas. Tras tener a su primera hija, Mariana, la primera Filipiniana, la nueva familia se traslada a Mallorca. Allí, siguiendo a Francisco, viaja también Lola, que se instala en un pueblo un poco alejado. Durante esos años, nacerá la segunda hija de Lucía y Francisco, Esclaramunda, a quien todos conocen como Munda, la segunda Filipiniana, las más independiente. Un nuevo trabajo lleva a Francisco a Alejandría. De nuevo, le siguen sus dos mujeres. Cada una ocupa un lugar, cada una sabe de la otra. En Alejandría nacerá, la tercera Filipiniana, Inés, que se llama igual que su madrina, una misteriosa mujer vinculada a la masonería, a quien Francisco ha conocido allí. El marqués de Sotoñal emprende su viaje a Filipinas acompañado de sus hijas y de su primera nieta. Manila recibe a la familia con su algarabía y en plena efervescencia política. Munda, que se ha enamorado del doctor Rubio, empezará introducirse en los movimientos de independencia y masones de la capital. Sus hijas y su nieta, las cuatro Filipinianas, serán su gran apoyo. Para él, ellas representarán lo que había descubierto en Manila que significaba la palabra “filipiniana”, ese espacio en el que se conservaban objetos especiales, lo más queridos, los que más significado tienen. Sus hijas, que le han acompañado en todos sus viajes y que han crecido con él, son sus filipinianas. Le seguirán también en su último trayecto de vuelta a Toledo, ya enfermo. Allí llegarán solas, como las hijas de la indiana y como esas mujeres que han descubierto nuevos mundos y costumbres.
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