La Princesa India

«A veces los dioses se interponen entre los hombres que están por venir y las mujeres que los han de traer.»

En la aventura del nuevo mundo una joven azteca con misteriosos poderes y un capitán del ejército de Hernán Cortés verán unida su suerte por el azar y el destino. Los dos se embarcarán hacia España, y juntos iniciarán una lucha, repleta de riesgos y peripecias, por conquistar el amor y la verdad. Auténticos náufragos de ese destino, entrelazan sus vidas de una orilla a otra de la historia, entre la guerra y la distancia, entre la América del Imperio azteca y la España de la Inquisición.

 

La princesa india combina el relato de aventuras con la crónica de Indias, y en un acercamiento lírico y sentido a las culturas indígenas, Inma Chacón nos regala un mosaico de géneros literarios que es a su vez un homenaje a nuestra literatura clásica.

 

Doña Aurora se dirige a España desde las Indias con don Lorenzo, su marido, uno de los artífices del derrocamiento de Moctezuma. El largo viaje en barco está lleno de negras premoniciones y veladas amenazas que estallarán al llegar al Viejo Continente.

 

Una conquista bañada en sangre

El verdadero nombre de Aurora es Ehecatl, y es hija de uno de los caciques indígenas mexicanos. Lleva el estigma de la fecha de su nacimiento, el 4-viento, signo desfavorable que la empareja con los adivinos y los magos, aunque su signo ascendente indica que conseguirá éxito y riquezas en tierras lejanas. Ehecatl quiere volar, y se imagina protegida por el Dios de los Vientos y con poderes para aplacar la carne enferma y conjurar los hechizos, a pesar de las habladurías que la acusan de practicar la magia negra.

 

Cuando su madre piensa en casarla, se extiende por el lugar la noticia de la llegada de los nuevos dioses. Todos los pueblos sometidos a Moctezuma ven en los españoles la salvación ante el emperador opresor: según la leyenda, los dioses que vienen del mar acabarían con la Quinta Época del imperio azteca. Los caciques del lugar seleccionan ocho vírgenes de las familias principales para regalarlas a los dioses “que vienen del mar y son tan altos como techos”. Ehecatl se encuentra entre ellas. Pero la llegada de los conquistadores pronto resulta traumática. Destrozan las estatuas de los dioses indígenas y, ante la resistencia que encuentran, provocan un baño de sangre. Los caciques se someten a su poder y enrolan a los diversos pueblos en las tropas que marchan hacia la capital.

 

Las jóvenes son tomadas en matrimonio por los jefes españoles, tras obligarlas a recibir el bautismo, y cambian de nombre. Fiel a los dictados de su madre, Ehecatl, ahora Aurora, no se entrega de corazón. Al morir su marido y también una de sus compañeras, se hace cargo del hijo que ésta deja. Así comenzará su relación con el viudo, don Lorenzo de la Barreda, uno de los más señalados capitanes de Cortés, a quien acompaña en su odisea hacia Tenochtitlan, donde esperan  Moctezuma y sus guerreros.

 

Los conflictos de sangre

La princesa vivirá las peripecias de la conquista al lado de los españoles y llegará a unirse en matrimonio con don Lorenzo una vez sometidos los mexicas. Cuatro años después de su salida del poblado sigue a su marido de regreso a España, donde se verá perseguida por un comerciante de paños, un fanático cazaherejes que se dedica a denunciar ante el tribunal de la Inquisición a supuestas brujas de conducta poco ortodoxa. La segunda parte de la novela, ambientada en tierras de Zafra, recoge los prejuicios de la época: la animadversión ante los que no son “cristianos viejos”, la suspicacia ante judíos, moriscos e indios, una visión de la religión desenfocada en la que prima el convencimiento de que las creencias deben imponerse a sangre y fuego. Lorenzo y Aurora, ayudados por buenos amigos, deberán defenderse ante las insidias del cruel comerciante, verdadera figura negra de unos tiempos de intolerancia.

 

Inma Chacón traza un vigoroso cuadro de los primeros tiempos de la conquista de América, eligiendo el punto de vista de quienes recibieron la llegada de los españoles. Destaca el colorido de las tradiciones indígenas, que basculan entre la poesía y la crueldad, y una galería de personajes de buena voluntad que anuncian la evolución de la mentalidad imperante hacia formas de ver la vida no basadas en criterios de sangre o de cuna. Una sucesión de peripecias bien narradas completa esta historia de amor y muerte, de reconciliación y venganza, escrita, como reza la dedicatoria inicial, por encargo de su hermana Dulce Chacón antes de su fallecimiento.